Reto Marianela: Conociendo el cielo con Galdós (III) (II)

Benito Pérez Galdós (Wikipedia)

Cuando apenas nos separa la fugacidad o, quizás, la eternidad de un instante, nos embargamos en un tercer encuentro entre Nela, don Benito y Henrietta. Nos alcanza la lumbre de un cigarro…

¿Nos acompañas?

Ya Galdós nos advierte en las últimas líneas del capítulo anterior, concretamente en la página veintiséis de esta edición de 1939. Y es que hasta las hojas languidecen ante este “cuarto de hora de camino” anunciado: “Golfín siguió adelante, guiado por la Nela, lo que hablaron, ¿merecerá capítulo aparte? Por si acaso se lo daremos.”

Y aquí estamos … Este recorrido -y la cerilla con que se enciende el cigarro- adquirirá dimensiones simbólicas; será el pretexto perfecto para que el Benito narrador nos desvele la historia de Nela y la visión que de sí misma tiene. Irá mostrando al doctor Golfín el camino hasta las oficinas de las minas donde le espera su hermano Carlos. Nosotros permaneceremos analizando los componentes astronómicos y los celajes como integrantes de una ruta donde Nela aparecerá caracterizada con pigmentos de una personalidad que no puede escapar a su destino.

Benito: Esa chiquilla, Henrietta, lazarillo de ciegos y no ciegos pero incapaz de reconocer su brillo… ¿Cómo es posible que no pueda ver reflejada en sí misma esa luz que proyecta en los demás?

Henrietta: Cierto, Benito, pues es sencillo: De la misma forma que la humanidad ha vivido de espaldas a la evidencia y a los hechos simplemente porque se negaba a reconocer la verdad, asumiendo como cierto lo establecido. Por eso es tan importante cuestionar y analizar los hechos, empezando por uno mismo.

La línea temporal nos viene marcada por el pasaje anterior -e interior- que se retoma ahora con la presencia de un don Benito que quiere conocer más a su personaje, a su criatura enlutada por la que siente un especial afecto.

Se nos antoja necesario para interpretar este universo galdosiano detenernos en ese Galdós que retrata la profesora Yolanda Arencibia como “un natural reflexivo, receptivo y atento” y que no es otro que el propio narrador en constante observación, análisis y dilema con sus criaturas, consigo mismo. No hay más que perderse en este tercer pasaje para percatarse de ello al igual que de su “vocación artística considerada como testimonio y como enseñanza”. Y desde esta perspectiva pedagógica que consideramos crucial compartimos la voz de don Benito con unas palabras que han sido rescatadas por la investigadora galdosiana :

“Creo que la literatura debe ser enseñanza.”

Nela va a aparecer caracterizada por un centelleo impresionista que la irá retratando con flashes de luces aunque a veces los matices cromáticos de su alma infinita se puedan perder entre ese negro intenso que con desmesurada fuerza incorpora el trazo pictórico de Galdós. Hace acto de presencia, pues, la hipérbole como recurso reiterativo en su discurso. La línea temporal sigue siendo abstracta y nos viene dada por la “serena noche”; Nela se encuentra inmersa en ella: “negros ojuelos brillaron con un punto rojizo, como chispa en el breve instante que duró la luz del fósforo”…

El brillo de los astros resplandece en la mirada de Mariquilla. Gran carga simbólica acompaña al encendido del cigarro y a esa cerilla que nos irá ampliando nuestro ángulo de visión: “sus miradas eran fugaces y momentáneas, como no fueran dirigidas al suelo o al cielo”, “ vividores los ojos; pero comúnmente brillaba en ellos una luz de tristeza”. Y es que don Benito no esconde su simpatía hacia esa joven, a pesar de que la llevará hasta una encrucijada en la que posiblemente hasta las estrellas enmudecerán y se despojarán de su fulgor.

¿Proyectó Galdós en Marianela su yo soñador y lo enfrentó a ese otro narrador que encarnaba el rigor objetivo de la ciencia?

A continuación, destaca sol como elemento astronómico que hace aparición en este pasaje y tendrá un valor objetivo pero asociado a la descripción que un narrador omnisciente traza de Nela: “Su cabello dorado obscuro había perdido el hermoso color nativo a causa de la incuria y de su continua exposición al aire, al sol y al polvo”. Una voz de denuncia se mece en esas líneas; esta vez Nela encarna las condiciones infrahumanas a las que se someten los mineros de Socartes.

Prosigue un narrador poseedor y hacedor del alma de una criatura que guía a sus personajes y hasta el mismo creador. Galdós ha reservado el fulgor del universo a Nela. Su técnica narrativa no es otra que la misma sencillez que acompaña a la joven protagonista. Ya el doctor Gregorio Marañón la hacía constar en Efemérides y Comentarios: “Galdós no quería ser de un modo determinado. No quería dar siquiera la lección que parece más fácil, aunque es la más difícil, la de la sencillez.”

El alma de don Benito permanece expectante, como si ignorase el destino de su Nela. Parece palparse una conexión creador-protagonista en una novela dialogada donde Marianela va a aparecer retratada entre notas graves que acaban en el cielo, vocablo que adquiere un matiz divinizado: “mas aquella sonrisa era semejante a la imperceptible de algunos muertos cuando han dejado de vivir pensando en el cielo”.

Pero sin lugar a dudas, el momento más bello e intenso de este episodio viene dado por la intervención de una María, Mariquita quizás, María Nela o simplemente Nela, explicando a Teodoro de qué forma describe el mundo a Pablo… y tenía que aparecer entonces una estrella: “Él me pregunta cómo es una estrella, y yo se la pinto de tal modo, hablando, que para él es lo mismito que la viera. Yo le explico cómo son las hierbas y las nubes, el cielo, el agua y los relámpagos, las veletas, las mariposas, el humo, los caracoles, el cuerpo y la cara de las personas y de los animales. Yo le digo lo que es feo y lo que es bonito…”.

Henrietta: Y sin embargo vive encerrada en una jaula que le ha sido pintada: “Yo no valgo para nada”. ¡Qué pena que Nela viva encerrada entre palabras necias! Sin duda, todo un aviso que nos da Galdós sobre nuestras propias vidas. Ojalá aprendamos a ver lo que realmente somos y lo que realmente es, en vez de lo que una sociedad injusta, interesada y cargada de prejuicios proyecta sobre cada uno de nosotros.

Benito: Eso he pretendido denunciar Henrietta… Hay muchas cárceles. Unas las llevamos dentro, otras te las prefabrica la sociedad. Existen muchas miradas perdidas de Nelas deambulando por el firmamento en busca de oportunidades… y que nadie ve. Existen muchos destinos irremediablemente truncados.

La tragedia ya se atisba. Reaparece el Galdós progresista que confía en los avances de la ciencia, el librepensador encarnado en un doctor que “acercó la cerilla al rostro de Nela” pero que no quiere dejar de soñar y que recurrirá, un Galdós que ha soltado a su protagonista “descalza”, “en la libertad de sus cabellos sueltos” para dialogar con ese Benito quijotesco.

Y en este contexto profundo, las imágenes espaciales constituyen un lugar recurrente en una obra donde se funden de forma metafórica y antitética dos visiones opuestas y propias de estas novelas de tesis. El trayecto va llegando a su fin; ambas voces disonantes cercarán mediante símiles hiperbólicos ese universo ambivalente representado por “chimeneas que arrojan un humo más negro que el del infierno”, por “una claridad que parece de fragua” … Es la luna que eclipsa el destello de aquel cigarro convertido en colilla… un preludio del desencanto que sufrirá Nela. El narrador toma la voz turbulenta del romanticismo, encarnada en un paisaje desolador con la incorporación de los celajes y de la luna como elementos paisajísticos que ralentizan la acción y nos suman en una -casi-inquebrantable reflexión: ”Esparciéndose el humo por falta de aire, envolvía en una como gasa obscura y sucia todos los edificios, cuyas masas negras señalábanse confusa y fantásticamente sobre el cielo iluminado por la luna”.

Anotemos los efectos de color en este otro pasaje en el que nuevamente se perciben los elementos astronómicos que determinan un ambiente difuso que van cobrando importancia también en la fase final de este capítulo impregnadas de un efectismo melancólico.” … las luces forman un disco borroso, como el de la luna en noches de bochorno…”

Y con la luna meditativa en el cielo y las colillas en el suelo va finalizando este doble viaje, por los adentros de Nela y por la realidad circundante que ha conducido a Teodoro hasta su hermano Carlos… ¿Qué hora marca tu destino? ¿Tan simple y transparente es tu alma, Nela, que se llega a ella en un cuarto de hora?…

Benito: No se tú Henrietta… pero yo voy a pasear mis ausencias a la luz de la luna. La observaré con los ojos de Nela, ¿o me prestas los tuyos?

Henrietta: Pues yo me voy a quedar con el mensaje que nos lanza Galdós por medio de Nela… ¡No cometamos el mismo error!

Rosetta Martorell y Carlos Morales